El consumo de azúcar y bebidas azucaradas conlleva un mayor riesgo de obesidad y diabetes
y recientemente también se ha relacionado con problemas cardiovasculares. Por un lado, esto se debe al alto contenido calórico de la sacarosa. Sin embargo, según investigaciones actuales, los tipos de azúcar fructosa y glucosa también son perjudiciales para el metabolismo. La glucosa libera la hormona GIP, abreviatura de péptido insulinotrópico inducido por glucosa, en las células del intestino delgado superior. “Provoca, entre otras cosas, el desarrollo de hígado graso y resistencia a la insulina”, explicó Andreas Pfeiffer, científico del Instituto Alemán de Nutrición Humana, en mayo de 2018 en el Congreso de Diabetes. GIP también actúa en el cerebro, donde aumenta la liberación de hormonas estimulantes del apetito. La fructosa, a su vez, estimula la formación de grasa en el hígado. Un hígado graso no solo aumenta el riesgo de inflamación del órgano de desintoxicación, sino que también afecta desfavorablemente el metabolismo: el resultado puede ser diabetes y enfermedades cardíacas.